“
¿Quién crea el mundo? Quizás el mundo no se crea. Quizás nada se crea. Tal vez,
simplemente, el mundo siempre está, ha estado y estará
ahí."
Jonathan
Osterman (Dr.Manhattan), Watchmen
¿Qué tenemos con
los héroes superpoderosos que generan un rechazo casi instantáneo? La cultura
popular moderna suele resaltar aquellas historias en las que sus protagonistas
reflejen nuestra humanidad, con nuestros fallos y virtudes simbolizadas en los
actos de los mismos. Todos quieren a Batman y muchos
encuentran a Spiderman entrañable, pero son muy pocos los que admirarían
la figura de un ser tan cercano a la divinidad como Superman.
El fenómeno de la
identificación es crucial para generar una catarsis del lector o espectador con
la ficción en cuestión, es así de simple. Uno puede llegar a comprender el
dolor de las decisiones que debe tomar Bruce Wayne, sufrir con las heridas que
le son infligidas, podemos sentir pena por la errática vida de Peter Parker y
le llegamos a tomar cariño a pesar de sus inusuales habilidades. Conseguimos sentir admiración por ellos porque
realmente actúan como personas normales y corrientes: escogen un camino, se
equivocan, caen… Y luego triunfan y nos contagiamos de su victoria.
