Wes Anderson es un estupendo
narrador audiovisual. Rara vez encontramos directores que convierten su relato
en una marca de identidad, un verdadero sello de autor reconocible al primer golpe de vista.
En esta ocasión, el director de Academia Rushmore, Los Tenenbaums, Fantástico Mr. Fox y Moonrise Kingdom vuelve a aportar una nueva obra a su
característica filmografía, un filme exquisito en forma, diseño y
realización: El Gran Hotel Budapest.
Poco puede decirse de una película de este director que no se haya
repetido ya en incontables críticas del resto de sus filmes. Cada plano es una obra
de artesanía cuidado
al más mínimo detalle, la combinación de técnicas y lugares de rodaje (maquetas
a la antigua, stop-motion, acción real...) y el
intercambio de formatos entre
diferentes espacios temporales confirma la finura con la que está realizada su
última obra, de la que hacen gala el resto de sus creaciones. Como un
verdadero orfebre que recuerda un poco a Georges Méliès en cuanto a la ambientación de sus
narraciones, el cuento de Anderson se despliega ante nuestros ojos con
elegancia y agilidad, jugando con las formas y filigranas de cada elemento y
utilizando una sabrosa paleta de colores.


