lunes, 2 de febrero de 2015

Boyhood-***1/2


La humildad y la constancia nos salvan de la voracidad del mundo. Se puede llegar a una conclusión así mediante ciertas vías, y una de ellas es ver lo que se consigue con un enorme esfuerzo para contar la historia más sencilla posible: la vida de un chico desde los seis hasta los dieciocho años, con sus quehaceres y los de su familia. Muchas veces nos hemos encontrado con ejemplos de películas simplistas (ojo, simplistas, no simples) que quieren ir directamente a tocar la fibra sensible con un romance rápido, con un drama de lágrima fácil o incluso entretenernos sin complicación con películas de acción o terror que al final todos prevemos. En un caso aparte encontramos Boyhood.

La película que nos ocupa no pretende ser nada especial: ni una comedia, ni un drama, ni lograr un objetivo en concreto para venderse a un gran público. La gran virtud de Boyhood reside en su paciencia, en la modestia de una propuesta tan normal y a la vez tan única que sustenta su pequeña grandeza. El innecesario subtítulo añadido en nuestro país (Momentos de una Vida) revela las perlas de su contenido: cómo captura con precisión cosas tan especiales en nuestra infancia y adolescencia como las primeras gamberradas, las peleas infantiles, el drama familiar desde el punto de vista de un niño, las complicaciones de la preadolescencia, la primera cerveza, el primer amor...


Irremediablemente hay un "pero". Hemos de reconocer la tremenda valentía de rodar una película durante doce años, y el logro que resulta el crear algo con sentido y coherencia a pesar de ello. Porque seamos sinceros: retratar la vida es un concepto tan abstracto que convertirlo en algo concreto en tres horas resulta increíble. Ahora sí: el hecho de marcar la diferencia no convierte a una película en algo necesariamente brillante. De hecho hay aristas fácilmente reconocibles en la cinta. El protagonista (Ellar Coltrane) no compone un personaje interesante, la película se vuelve tediosa en determinados momentos y acaba sobrándole bastante metraje. Puede contarse lo mismo o mucho más con menos minutos.

Pero no despreciemos su resultado final. Son los detalles los que dan vida al metraje. Ocultos en la historia principal observamos un póster de Dragon Ball Z, oímos discusiones entre los que prefieren a Yoda o a Grievous (Star Wars), escuchamos una niña cantando High School Musical... Tantas cosas que, unidas al hecho de ver el crecimiento personal y físico de los protagonistas en directo dan verdadera sensación de realismo y consistencia a lo que se contempla. Humaniza la historia más que ningún otro filme que se le pueda parecer y marca un hito, un antes y un después en la historia del cine reciente.

CONCLUSIÓN: En la fuerza de su humildad también reside su talón de Aquiles. Si bien resulta algo tan entrañable como novedoso, no es algo que se deje ver más de una vez sin acabar cansando o aburriendo. Mención especial al genial papel que realiza Patricia Arquette como la madre del protagonista. Merece la pena verla.

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