En una época en la que abundan la
franquicia, los remakes, los
reboots y las secuelas
múltiples de sagas que se alargan cada vez más (incluso a través de varias
décadas), llega un planteamiento muy interesante: ¿qué pasaría si
el crimen fuera legal una noche al año? Imaginen la reunión
para vender la historia: llega este guionista/director con la idea y la
presenta de esta manera y deja a los productores pensar. Enseguida surgen las
preguntas: ¿qué sociedad resultaría de este hecho? ¿Qué posición adoptaría la
gente? ¿Se legalizaría La Purga para que las personas puedan dar rienda suelta a su bestia interior?
Por supuesto que se pone el dinero para
realizar una buena película. Y los medios necesarios, la publicidad y la
distribución para que el filme llegue a todos lados. Y qué diablos, actores de
la talla de Ethan Hawke
(Boyhood) y Lena Headey (Juego de
Tronos) también, todo lo necesario para que
salga un buen producto de esta idea tan estupenda. Se hace una buena inversión
para que salga este proyecto adelante porque el alma de la película, esa noche
llamada La Purga, es un argumento que podría dar muchísimo de sí. Y nosotros,
como espectadores que debemos administrar nuestro dinero
y nuestro tiempo, elegimos ver esta propuesta tan interesante.
Y nos encontramos con que han convertido
esta idea tan buena en bazofia. No con una película no,
¡con dos!
Podría empezar a enumerar todas las razones
por las que estas dos películas no valen un céntimo, de hecho podría poner a
bajar de un burro cada cosa incoherente y sin sentido dentro de la historia
final y la realización, ambas predecibles, aburridas e insultantes para la
inteligencia de un espectador con
dos dedos de frente. Pero eso alargaría esta crítica hasta lo interminable,
porque son tantas las situaciones estúpidas que se repiten una detrás de otra a
lo largo de ambas películas que se podrían escribir varias páginas explicando
por qué no funcionan. En lugar de ello, iremos al grano con ambos títulos.
The Purge: La Noche
de las Bestias es una de las
películas más pretenciosas y mal hechas que he visto en mucho tiempo, y es el
ejemplo perfecto de cómo arrearle una tremenda patada a un diamante en bruto,
rompiéndote el pie de paso. Se desperdicia el talento tanto de Lena Headey como
de Ethan Hawke, el guión hace aguas por todas partes, hay situaciones forzadas
y otras tan tontas que no uno no sabe si reír o llorar, y hacia el final de la
película ya flota en el ambiente un pestazo a engaño que hace que surja la
rabia de nuestro interior. Realmente dan ganas de que exista La Purga, pero
para poder ir a por estas películas y aniquilarlas antes de que salgan al mercado.
En esta primera parte se tira por los suelos
el potencial de una película de este tipo intentando ofrecer una representación
de cómo viviría esta noche una familia rica. ¿El resultado? Monotonía, vacíos
rítmicos, personajes idiotas (ese niño que es lo suficientemente listo para
crear un robot con ruedas y cámara para vigilar por la casa, pero no para saber
el significado de cerrar toda la casa a cal y canto) y un
fallido intento de crear suspense y miedo. Y es que hay que
tener coraje para ponerse la etiqueta de "terror" siendo un producto
que no le llega al talón a un slasher normal y corriente. Una
pérdida total de tiempo y dinero que se salva un poco si se disfruta de
la presencia de los dos actores principales.
The Purge: Anarchy toma la misma
noche en que se ambienta la primera película y le da otro punto de vista: el de
la calle. En esta secuela uno piensa que pueden haber aprendido de los tremendos
errores de la primera parte y que explotarán mejor las repercusiones políticas
y sociales de esta historia ficticia. Nada más lejos de la realidad: de nuevo,
un ejercicio de narración lentísima hasta el desasosiego,
unos actores normales tirando a mediocres, una crítica hacia la alta sociedad
ejecutada de una manera ridícula... Y más, y más, y más...
Es verdad que el planteo de tomar el punto
de vista de las calles en una noche de crimen legal es mucho
más interesante que la primera película, y que el ritmo de este
título es algo mejor que el de la primera (que no era muy difícil). Pero cuando
llegan los créditos uno se pregunta qué diablos está haciendo con su vida para
perderla de esta manera. Nos damos cuenta de que nos han vuelto a cazar con el
mismo perro pero con distinto collar, que lo que acabamos de ver ni aporta nada
al corpus de obras cinematográficas actuales ni enriquece nuestros
conocimientos culturales. El dolor de cabeza es inevitable, aunque la rabia es
menor que viendo la primera película porque al menos ya íbamos avisados con esta segunda parte.
Lo peor de todo esto no es que las películas
sean malas de por sí, sino el hecho de que la propuesta original daba para
muchas más posibilidades narrativas. Comenzando por el suspense del que carecen
ambos títulos, seguido por las críticas espantosamente realizadas a la desigualdad, la miseria, la
envidia y la incomprensión como orígenes de los males de nuestra sociedad. Y
por último la posibilidad de realizar una reflexión sobre la naturaleza humana
que cale en el gran público, completamente desinflada por dos
ejemplos de mala narración audiovisual.
Qué pena, con lo bien que habría quedado
todo.


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