lunes, 12 de enero de 2015

Sin SeriesLy ni SeriesPepito, ¿y ahora qué?


He necesitado de muchas horas de reflexión para atreverme a echar las manos sobre el teclado y exponer mi posición ante los anuncios del cierre de SeriesPepito y la retirada de muchos enlaces y posible cancelación futura de Series.Ly. Ambos son portales web archiconocidos por su oferta de contenidos audiovisuales variados con multitud de enlaces para visionarlos: series, películas, documentales...

La tormenta en las redes sociales continúa. Son muchísimas personas las que se han indignado con estos sucesos y los que han acusado al gobierno de atentar contra la libertad que ofrece la red para compartir contenidos de forma legítima y gratuita, han tachado las acciones contra las webs mencionadas de comportamiento que fomenta la censura y hasta han recurrido a la Constitución para fundamentar sus quejas.

Sinceramente, he de decir que esto no es necesariamente el fin de una etapa de proliferación cultural vía Internet. No es el inicio de una etapa de censura en la que el Gran Hermano de Orwell te obliga a mirar programas del corazón, noticias sesgadas y series mal realizadas. Los contenidos culturales de calidad seguirán ahí, hay equipos que siguen creando buenos productos los cuales pueden verse de forma legal. Claro que "legal" en este tipo de casos incluye el verbo "pagar" de forma irremediable. Y aquí es donde quiero exponer mi punto: la legalidad no implica retroceder en el tiempo a una era sin Internet, se debe tratar de reinventar la manera de ver y compartir cultura.

¿La sociedad prefiere ver esto como una oportunidad para la queja? Bien, pero no creo que este sea el caso adecuado. Podríamos quejarnos, por poner un ejemplo, de que nuestro país no es capaz de ver el potencial de la industria cultural como aparato de propaganda para crear riqueza. Los dos ejemplos paradigmáticos son Estados Unidos y el Reino Unido, seguidos muy de cerca por Francia. Los estadounidenses lo comprendieron a principios del siglo XX y hoy en día la cosa es así: vemos sus películas, alabamos sus series, escuchamos su música... Y eso crea un aura de prosperidad que inevitablemente funciona.

Otro gallo canta a la hora de hablar de las excesivas sanciónes que se barajan con la nueva ley de protección de derechos de autor, pero eso es harina de otro costal en la que no podría meterme. No soy jurista, ni economista, ni politólogo y en cuanto a temas culturales y cinematográficos me considero un proyecto a medio realizar. Pero sé distinguir lo que es un producto y los derechos que lo rodean, he trabajado en un par de rodajes y he visto el esfuerzo que conlleva: es un trabajo que tiene un coste. Lo que no podemos pretender (y es lo que parece pensarse un enorme sector de internautas) es que por el mero hecho de tener el derecho de producir y acceder a la cultura de forma libre tengamos también el derecho de no pagar por un producto sin permiso del autor.

"Ya, pero es que ni la mitad de series que son famosas lo serían tanto de no ser por Internet". Indudablemente. He ahí el segundo factor que debemos tener en cuenta. ¿Alguien conoce Steam o Netflix? Conocemos Spotify, es una opción legal para escuchar música y Netflix y Steam son similares en cuanto a que son portales que permiten el visionado de series y la compra de videojuegos a un precio muy asequible, con cada vez más calado en la sociedad. El poder de Internet es enorme, pero hay que saber enfocarlo de manera apropiada.

La recaudación en el cine poco a poco levanta cabeza gracias al nacimiento de muchas webs para ver películas legalmente, la renovación del formato doméstico con cosas como iPlus (en Canal+) y la adaptación de los precios en salas para hacer las cosas más accesibles a los espectadores. Vean los números de la Fiesta del Cine o de la recaudación de los miércoles y otros días con precios especiales y hagan cuentas. El problema surge cuando hablamos de series, un producto que se distribuye y vende de una manera completamente diferente.

Tenemos en nuestras manos el potencial de crear algo que rompa con lo estamos acostumbrados, nuevas formas de ver series y programas de forma legal. Ya hay cada vez más webs oficiales de cadenas televisivas que suben sus contenidos a Internet después de su emisión oficial. Existen los partners de Youtube. Existe Netflix. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo reinventar la forma de ver series y atenernos a la legalidad para ello? Las herramientas existen y hay señales de que es el momento del cambio. Podemos verlo como algo para quejarnos, o como algo para exprimir nuestra capacidad creativa y solucionar este problema.

No se persigue al que se descarga algo de Internet, sino al que lo sube o lo copia de forma ilegal, con peor consecuencia si además hay ánimo de lucro. Si alguna vez sucede el primer caso, será el momento de alarmarse de verdad.

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